Ella recordaba que una vez mientras lloraba, alguien le preguntó:
- ¿Qué era de ti la difuntita, niña? - Nada. No la conocí.
- Respondió inocentemente.
Pero ella sentía que la alegría solo podría volver, una vez que se lloraran todas las lágrimas que necesitaban ser derramadas; entonces Saturnina, cuando era niña se juntaba a llorar con los dolientes de los cortejos fúnebres en el pueblo de Xaltocan… Por puritita compasión.

Esta anécdota dio vueltas en mi cabeza por muchos años, hasta que pude escribir la historia. La ubiqué en una época en la que llorar en los velorios era un negocio y una tradición; entonces a diferencia de las plañideras que se rentaban para llorar en los velorios, las lágrimas de mi madre, la compasiva Saturnina, volverían a tener una hermosa misión. Y así también, creo que las canciones que acompañan esta historia y que presentamos en este disco, tendrán la misión de tocar algunos corazones.